domingo, 9 de febrero de 2025
domingo, 2 de febrero de 2025
ADIE ESTÁ SOLO - PRESENTACIÓN DEL SEÑOR - 2 DE FEBRERO
NADIE ESTÁ SOLO
Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto «elitismo religioso» que es indigno de un Dios que es amor infinito. Hay quienes piensan que Dios es un Padre extraño que, aunque tiene millones y millones de hijos e hijas que van naciendo generación tras generación, en realidad solo se preocupa de verdad de sus «preferidos». Dios siempre actúa así: escoge un «pueblo elegido», sea el pueblo de Israel o la Iglesia, y se vuelca totalmente en él, dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.
Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que «fuera de la Iglesia no hay salvación», citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que, sacada de su contexto, resulta escalofriante: «No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre».
Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que «él no está lejos de quienes buscan, entre sombras e imágenes, al Dios desconocido, puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven» (Lumen gentium 16), pero una cosa son estas afirmaciones conciliares y otra los hábitos mentales que siguen dominando la conciencia de no pocos cristianos.
Hay que decirlo con toda claridad. Dios, que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él. No ha habido nunca un hombre o una mujer que haya vivido sin que Dios lo haya acompañado desde el fondo de su mismo ser. Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su agnosticismo, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie. Como dice san Pablo: «En Dios no hay acepción de personas» (Romanos 2,11).
Rechazado en su propio pueblo de Nazaret, Jesús recuerda la historia de la viuda de Sarepta y la de Naamán el sirio, ambos extranjeros y paganos, para hacer ver con toda claridad que Dios se preocupa de sus hijos, aunque no pertenezcan al pueblo elegido de Israel. Dios no se ajusta a nuestros esquemas y discriminaciones. Todos son sus hijos e hijas, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie.
domingo, 12 de enero de 2025
LA IGLESIA CELEBRA HOY EL BAUTISMO DEL SEÑOR Y CON ELLO CONCLUYE EL TIEMPO DE NAVIDAD
La Iglesia celebra hoy el Bautismo del Señor y con ello concluye el Tiempo de Navidad
ACI Prensa - 12 de enero de 2025
Con el Bautismo del Señor concluye el Tiempo de Navidad. La Iglesia nos invita a contemplar nuevamente a Jesús, pero en una segunda “epifanía” (manifestación) de sí mismo: como Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Así lo corrobora el relato del Evangelio según San Mateo:
«En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo. Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”» (Mt 3, 13-17).
Agua que purifica realmente
Jesús, Dios y hombre sin mancha, es bautizado por Juan. ¿Por qué es esto, si en Él no hay pecado? La pregunta roza el misterio: a través de un signo sensible, Jesús, con su Bautismo, le está abriendo la puerta de la salvación a todo el género humano. Nuestra naturaleza dañada por el pecado original queda restituida por el agua bautismal.
En el siglo V, San Máximo de Turín, haciendo referencia a esa agua del Bautismo del Señor, señalaba lo siguiente: “Cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para nuestro bautismo y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño”.
Es decir, Cristo es la fuente de toda pureza y si Él no nos lava, el pecado mantendrá su dominio sobre nosotros. Las aguas del Bautismo tienen un profundo significado: una vida nueva y la libertad auténtica.
Dios, Uno y Trino, se acerca a nosotros para darnos ‘vida en abundancia’
San Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia del siglo IV, enseñaba: “Juan está bautizando y Cristo se acerca, tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado y, sin duda, para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua”.
El Bautismo es el sacramento que nos renueva completamente, al punto de que es “un nuevo nacimiento”, pero para la vida de la Gracia, que es la más plena. La fuerza de este sacramento es incalculable:
“También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio”, concluye San Gregorio.
domingo, 1 de diciembre de 2024
EXPLICACIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO
La Corona de Adviento
La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.
La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.
Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.
Origen:
La corona de adviento encuentra sus raíces en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania). Durante el frío y la oscuridad de diciembre, colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera. Pero la corona de adviento no representa una concesión al paganismo sino, al contrario, es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. El vino para hacer todas las cosas nuevas.
Nueva realidad:
Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: Juan 8,12: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.». La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos recuerda a Cristo que vence la oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5,14 «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte."
En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el adviento: Aquellas costumbres primitivas contenían una semilla de verdad que ahora podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
La corona de adviento se hace con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas. Tres velas son violeta, una es rosa.
El primer domingo de adviento encendemos la primera vela y cada domingo de adviento encendemos una vela mas hasta llegar a la Navidad.
La vela rosa corresponde al tercer domingo y representa el gozo. Mientras se encienden las velas se hace una oración, utilizando algún pasaje de la Biblia y se entonan cantos. Esto lo hacemos en las misas de adviento y también es recomendable hacerlo en casa, por ejemplo antes o después de la cena.
Si no hay velas de esos colores aun se puede hacer la corona ya que lo mas importante es el significado: la luz que aumenta con la proximidad del nacimiento de Jesús quien es la Luz del Mundo. La corona se puede llevar a la iglesia para ser bendecida por el sacerdote.
La corona de adviento encierra varios simbolismos:
La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.
Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia.
Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.
El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
domingo, 24 de noviembre de 2024
CRISTO REY DEL UNIVERSO
Cristo Rey del Universo
Solemnidad, último domingo del año litúrgico
Fuente: Corazones.org
Martirologio Romano: Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: a El todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.
Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia a profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.
Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios.
domingo, 17 de noviembre de 2024
ORAR... LO QUE ES Y LO QUE NO ES
Orar... lo que es y lo que no es
Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor
Por: Tere Fernández del Castillo | Fuente: Catholic.net
La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios, es encontrarnos con Dios, es acercarnos a Dios.
Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor.
Santa Teresa dijo en una ocasión: “Orar es hablar de amor con alguien que nos ama”.
La oración no la hacemos nosotros solos, es el mismo Dios (sin que nos demos cuenta) el que nos transforma, nos cambia. Podemos preguntarnos, ¿cómo? Aclarando nuestro entendimiento, inclinando el corazón a comprender y a gustar las cosas de Dios.
La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez con la que hablamos con un amigo de absoluta confianza.
Orar es ponerse en la presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente, porque nos quiere. Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos interesa.
La oración no necesita de muchas palabras, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo digamos. Por eso, en nuestra relación con Dios basta decirle lo que sentimos.
Se trata de “hablar con Dios” y no de “hablar de Dios” ni de “pensar en Dios”. Se necesita hablar con Dios para que nuestra oración tenga sentido y no se convierta en un simple ejercicio de reflexión personal.
Cuanto más profunda es la oración, se siente a Dios más próximo, presente y vivo. Cuando hemos “estado” con Dios, cuando lo hemos experimentado, Él se convierte en “Alguien” por quien y con quien superar las dificultades. Se aceptan con alegría los sacrificios y nace el amor. Cuanto más “se vive” a Dios, más ganas se tienen de estar con Él. Se abre el corazón del hombre para recibir el amor de Dios, poniendo suavidad donde había violencia, poniendo amor y generosidad donde había egoísmo. Dios va cambiando al hombre.
Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de más importancia, en las horas difíciles, en la tentación, etc.
En cambio, si no oramos con frecuencia, vamos dejando morir a Dios en nuestro corazón y vendrán otras cosas a ocupar el lugar que a Dios le corresponde. Nuestro corazón se puede llenar con:
el egoísmo que nos lleve a pensar sólo en nosotros mismos sin ser capaces de ver las necesidades de los que nos rodean,
el apego a las cosas materiales convirtiéndonos en esclavos de las cosas en lugar de que las cosas nos sirvan a nosotros para vivir,
el deseo desordenado hacia los placeres, apegándonos a ellos como si fueran lo más importante.
el poder que utilizamos para hacer nuestra voluntad sobre las demás personas.
Lo que no es la oración
Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos orando, pero lo que hemos hecho no es propiamente oración. Para distinguirlo podemos ver unos ejemplos:
Si no se dirige a Dios, no es propiamente oración.
En la oración nos comunicamos con Dios. Si no buscamos una comunicación con Dios, sino únicamente una tranquilidad y una paz interior, no estamos orando, sino buscando un beneficio personal. La oración no puede ser una actividad egoísta, debe siempre buscar a Dios. Debemos estar pendientes en nuestra oración de buscar a Dios y no a nosotros mismos, porque podemos caer en este error sin darnos cuenta.
Si no interviene la persona con todo su ser (afectos, inteligencia y voluntad) no es oración. Las personas nos entregamos y nos ponemos en presencia de Dios con todo nuestro ser. Orar no es “pensar en Dios”, no es “imaginar a Dios”, no es una actividad intelectual sino del corazón que involucra a la persona entera.
Si no hay humildad y esfuerzo no es oración. Para orar es necesario reconocer que necesitamos de Dios.
Si no hay un diálogo con Dios, no es oración. Si únicamente hablamos y hablamos sin escuchar, nuestra oración la reducimos a un monólogo, que en lugar de hacernos crecer en el amor nos encerrará en el egoísmo. Cuando dejamos de mirar a Dios y nos centramos en nuestros propios problemas, no estamos orando.
Cuando retamos o exigimos a Dios tampoco estamos orando, pues nos estamos confundiendo de persona. Dios es infinitamente bueno y nos ama. No podemos dirigirnos a Él con altanería.
Si no nos sentimos más identificados con Jesucristo no hemos hecho oración. Se trata de poco a poco en la oración identificarnos con Cristo para poder actuar como Él actuaba.
Si no tenemos un fruto de más amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, no hemos hecho oración. La oración debe verse reflejada en nuestras vidas.
domingo, 23 de junio de 2024
MIEDO A CREER - COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2024
MIEDO A CREER
Los hombres preferimos casi siempre lo fácil y nos pasamos la vida tratando de eludir aquello que exige verdadero riesgo y sacrificio. Retrocedemos o nos encerramos en la pasividad cuando descubrimos las exigencias y luchas que lleva consigo vivir con cierta hondura.
Nos da miedo tomar en serio nuestra vida asumiendo la propia existencia con responsabilidad total. Es más fácil «instalarse» y «seguir tirando», sin atrevernos a afrontar el sentido último de nuestro vivir diario.
Cuántos hombres y mujeres viven sin saber cómo, por qué ni hacia dónde. Están ahí. La vida sigue, pero, de momento, que nadie los moleste. Están ocupados por su trabajo, al atardecer les espera su programa de televisión, las vacaciones están ya próximas. ¿Qué más hay que buscar?
Vivimos tiempos difíciles, y de alguna manera hay que defenderse. Y entonces cada uno se va buscando, con mayor o menor esfuerzo, el tranquilizante que más le conviene, aunque dentro de nosotros se vaya abriendo un vacío cada vez más inmenso de falta de sentido y de cobardía para vivir nuestra existencia en toda su hondura.
Por eso, los que fácilmente nos llamamos creyentes deberíamos escuchar con sinceridad las palabras de Jesús: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Quizá nuestro mayor pecado contra la fe, lo que más gravemente bloquea nuestra acogida del evangelio, sea la cobardía. Digámoslo con sinceridad. No nos atrevemos a tomar en serio todo lo que el evangelio significa. Nos da miedo escuchar las llamadas de Jesús.
Con frecuencia se trata de una cobardía oculta, casi inconsciente. Alguien ha hablado de la «herejía disfrazada» (Maurice Bellet) de quienes defienden el cristianismo incluso con agresividad, pero no se abren nunca a las exigencias más fundamentales del evangelio.
Entonces el cristianismo corre el riesgo de convertirse en un tranquilizante más. Un conglomerado de cosas que hay que creer, cosas que hay que practicar y defender. Cosas que, «tomadas en su medida», hacen bien y ayudan a vivir.
Pero entonces todo puede quedar falseado. Uno puede estar viviendo su «propia religión tranquilizante», no muy alejada del paganismo vulgar, que se alimenta de confort, dinero y sexo, evitando de mil maneras el «peligro supremo» de encontrarnos con el Dios vivo de Jesús, que nos llama a la justicia, la fraternidad y la cercanía a los pobres.
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mc (4,35-40):
domingo, 2 de junio de 2024
¿POR QUÉ LA IGLESIA CATÓLICA CELEBRA EN JUNIO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS?
¿Por qué la Iglesia Católica celebra en junio al Sagrado Corazón de Jesús?
La Iglesia Católica dedica tradicionalmente el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús. | Crédito: Shutterstock.
En la Iglesia Católica el mes de junio está dedicado especialmente al Sagrado Corazón de Jesús, para recordar el amor fiel e incondicional de Cristo por la humanidad. Además, se trata de una devoción querida por nuestro Señor y que hunde sus raíces en los orígenes del cristianismo.
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde que los primeros cristianos meditaban sobre el costado y el corazón abierto del Señor. Por otro lado, el 16 de junio de 1675 Jesús le pidió a una santa que alentara la devoción a su Sagrado Corazón.
Ese día, el Hijo de Dios se le apareció en Francia a Santa Margarita María de Alacoque, religiosa francesa de la Orden de la Visitación de Santa María, y le mostró su Corazón.
Según señaló Santa Margarita, el Corazón de Jesús estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas y tenía una herida abierta de la que brotaba sangre; de su interior, además, salía una cruz.
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio”, le dijo Jesús a la santa.
El Papa Benedicto XVI afirmó que “al ver el Corazón del Señor, debemos mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios”.
Asimismo, subrayó que “no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios".
Es por eso que en este mes los católicos estamos llamados a demostrar con nuestras obras la devoción a su amoroso Corazón, como una forma de corresponder al gran amor de Jesús, que murió por nuestra salvación y se quedó en la Eucaristía para enseñarnos el camino a la vida eterna.
miércoles, 14 de febrero de 2024
jueves, 11 de enero de 2024
PREOCUPARNOS POR LAS PERSONAS
Preocuparnos por las personas
Estamos llamados a prestar nuestro cariño y atención a las personas.
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Nos preocupamos por la limpieza de la casa, por el buen funcionamiento en el puesto de trabajo, por las colas en las oficinas públicas, por la limpieza de las calles, por la puntualidad de los trenes y autobuses.
Podríamos, al mismo tiempo, preocuparnos más por las personas. Porque lo que funciona, o lo que no funciona a nuestro alrededor, tienen su origen en lo que cada uno piensa, siente, decide, hace.
Preocuparnos por las personas significa dar su debida importancia a ese familiar, que no es simplemente alguien que compra la comida o que plancha la ropa durante el día.
Preocuparnos por las personas permite descubrir si ese compañero de trabajo que a veces llega tarde quizá vive una difícil situación familiar o tiene problemas de salud.
Preocuparnos por las personas nos ayuda a dejar en segundo lugar la búsqueda de buenos resultados en las tareas comunes para dar prioridad a las necesidades y situaciones que experimentan quienes conviven a nuestro lado.
Esto vale también para la Iglesia católica. Porque sería triste que solo nos fijásemos en la limpieza de la parroquia o en la calidad del sonido en las misas, y nos olvidásemos de la persona que tiene tos o del párroco que no consigue pagar la luz al final de mes.
Es cierto que tenemos que esforzarnos para que las cosas salgan adelante, para que las oficinas sean eficientes, para que en casa haya más limpieza y orden, para que los hospitales atiendan tempestivamente a los enfermos.
Pero también es cierto que estamos llamados a prestar nuestro cariño y atención a las personas, que no son simplemente productores o funcionarios, sino hombres y mujeres que sueñan, que lloran, que sufren y que hacen fiesta.
Por eso, cuando aprendemos a preocuparnos por las personas, adquirimos un modo de verlo todo en un nivel superior, de forma que al pensar cómo poner en orden esos papeles que llenan una estantería, también sabremos prestar atención al oficinista que está cansado porque su hijo pequeño estuvo llorando toda la noche...